De la picadura de la víbora

Un día habíase quedado Zaratustra dormido debajo de una higuera, pues hacía calor, y había colocado sus brazos sobre el rostro. Entonces vino una víbora y le picó en el cuello, de modo que Zaratustra se despertó gritando de dolor. Al retirar el brazo del rostro vio a la serpiente: ésta reconoció entonces los ojos de Zaratustra, dio la vuelta torpemente y quiso marcharse. «¡No, dijo Zaratustra; todavía no has recibido mi agradecimiento! Me has despertado a tiempo, mi camino es todavía largo.» «Tu camino es ya corto, dijo la víbora con tristeza; mi veneno mata.» Zaratustra sonrió. «¿En alguna ocasión ha muerto un dragón por el veneno de una serpiente? - dijo. ¡Pero toma de nuevo tu veneno! No eres bastante rica para regalármelo.» Entonces la víbora se lanzó otra vez alrededor de su cuello y le lamió la herida.

En una ocasión en que Zaratustra contó esto a sus discípulos, éstos preguntaron: «¿Y cuál es, Zaratustra, la moraleja de tu historia?» Zaratustra respondió así: Los buenos y justos me llaman el aniquilador de la moral: mi historia es inmoral Si vosotros tenéis un enemigo, no le devolváis bien por mal: pues eso lo avergonzaría. Sino demostrad que os ha hecho un bien.

¡Y es preferible que os encolericéis a que avergoncéis a otro! Y si os maldicen, no me agrada que queráis bendecir. ¡Es mejor que también vosotros maldigáis un poco! ¡Y si se ha cometido una gran injusticia con vosotros, cometed vosotros enseguida cinco pequeñas! Es horrible ver a alguien a quien la injusticia lo oprime sólo a él.
¿Sabíais ya esto? Injusticia dividida es justicia a medias. ¡Y sólo debe cargar con la injusticia aquel que sea capaz de llevarla! Una pequeña venganza es más humana que ninguna. Y si el castigo no es también un derecho y un honor para el prevaricador, entonces tampoco me gusta vuestro castigo. Es más noble quitarse a sí mismo la razón que mantenerla, sobre todo si se la tiene. Sólo que hay que ser bastante rico para hacerlo. No me gusta vuestra fría justicia; y desde los ojos de vuestros jueces me miran siempre el verdugo y su fría cuchilla. Decidme, ¿dónde se encuentra la justicia que sea amor con ojos clarividentes? ¡Inventad, pues, el amor que soporta no sólo todos los castigos, sino también todas las culpas! ¡Inventad, pues, la justicia que absuelve a todos, excepto a los que juzgan! ¿Queréis oír todavía otra cosa? En quien quiere ser radicalmente justo, en ése incluso la mentira se convierte en afabilidad con los hombres. ¡Mas cómo voy yo a querer ser radicalmente justo! ¡Cómo puedo dar a cada uno lo suyo! Básteme esto: yo doy a cada uno lo mío. ¡En fin, hermanos, cuidad de no ser injustos con ningún eremita! ¡Cómo podría olvidar un eremita! ¡Cómo podría él resarcirse! Cual un pozo profundo es un eremita. Es fácil arrojar dentro una piedra; mas una vez que ha llegado al fondo, decidme, ¿quién quiere sacarla de nuevo? ¡Guardaos de ofender al eremita! Pero si lo habéis hecho, ¡entonces matadlo además!

Así habló Zaratustra

Hoy.

Hoy te necesito como tú me necesitaste
unas semanas atrás,
que importa el resto de nuestras vidas,
si podemos estar un momento juntos,
que importa lo que piensen,
si somos felices unos segundos.

Hoy como nunca antes, te necesito,
no por amor, sino por compañía,
ahora como nunca quiero
que estés detrás de esas rejas
tú libre y yo preso, como nunca.

Necesito tu fuerza,
para recuperar la mía
y para ser los dos una,
nueva que nos ayude.